Relatos con alma | "Ana"
Los mejores relatos son aquellos que te llegan al corazón, que te hacen reflexionar sobre la vida y te hacen sentir que no estás solo en este mundo. Son historias que nos conectan con la humanidad, que nos enseñan algo nuevo sobre nosotros mismos y sobre los demás.
En esta nueva sección, os presentaremos relatos poco conocidos pero igualmente maravillosos de todos los géneros.
Son relatos con alma, que te dejarán una huella imborrable y te invitarán a ver el mundo desde la perspectiva de sus autores.
Inauguramos la sección con Jesús López, autor Sevillano, maestro de profesión y músico de corazón. Su obra: Delirios de Chaman. Ilustrada por Lena Gadea Doncel.
"Ana"
Ana es otra tú y otra
yo, pero mejor que ambos.
Ana consigue congelar
el tiempo cuando anda.
Ana aromatiza la sala
allá donde va. No suele usar perfume, pero su pelo
huele a coco. Su risa
inciensa a gominolas, de esas de cuando pequeño. ¿Te
acuerdas cuando
comprabas 20 duros de gomitas en el quiosco y olías la bolsa
nada más cazarla del
quiosquero? Así huele Ana.
Así exhala su boca, su
cuello. Hasta su mirada huele a chucherías.
Ana no suda, segrega
felicidad, porque tiene demasiada acumulada y por
algún lado tiene que
rebosar.
Cuando sale de fiesta,
Ana es una tormenta en la noche. La mirada de Ana
es un huracán que te
taladra desde el pecho hasta detrás de los riñones.
Ana es medio litro de
Nestea con hielo y una rodaja de limón en una
mañana de resaca.
Ana es otra tú y otra
yo, pero mejor que ambos.
Ana es el estribillo de
tu canción.
Ana es el armónico de
tu guitarra ESP Alexi Laiho signature recién afinada,
que hace que tiemble el
puente, que se doble el mástil, para sacarte esa
energía desde dentro.
Ana es el plato
preferido de tu batería. Más aún, es el sustain de ese plato,
un crash-ride de 18
pulgadas, que se mantiene en el tiempo con ese sonido
cálido y abrazable y
escuchado en “slow motion”; y que puedes sentir como
se deforma grácilmente
para después volver a su estado normal.
Ana es una gota en un
estanque sereno.
Ana es el cogollo
central de la planta que llevas 7 meses mimando.
Ana es el primer sorbo
de café a la mañana.
Ana es un mate con agua
a 80º, justo antes de que hierva, con yerba humedecida
con un poco de agua
natural.
Ana es la última calada
que respiras profunda antes de acostarte.
Ana es otra tú y otra
yo, pero mejor que ambos.
Ana tiene una melena
azabache que danza a su paso.
Ana Tiene una cicatriz
en su hipnótico labio superior, fruto de una pelea
en el instituto, que
luce con sarcasmo y orgullo. Muy lejos de acomplejarla,
adorna su marca con
estilo y personalidad. Ana siempre dice “Muestra
tus muñones, son parte
de ti. No los escondas para encajar mejor, haz que
el mundo encaje con
ellos. Tus marcas son bonitas. Los jarrones chinos se
restauran con oro y
plata para realzar sus roturas, en vez de esconderlas, son
dignas de superación.
Hay que mostrarlas con orgullo”
Ana se pinta los labios
de rojo. Se sombrea los ojos de negro.
Ana se encaja un
vestido “sueltecito”. Un vestido negro con escote, sin
mangas, que la abraza
hasta una cuarta por encima de las rodillas.
La columna de Ana está
tatuada con una enredadera que le asoma por el
cuello.
Ana esgrime pulseras
hechas con semillas. Adornan sus muñecas y tobillos
y “repampanean” en su
caminar.
Ana tiene unos
huequitos en sus caderas que hacen temblar a todo aquel
que se arriesgue a
mirarlos.
Ana es de libido sensible.
No es una golfa, solo sabe lo que quiere y como
lo quiere y no se
acompleja por el qué dirán.
Ana es otra tú y otra
yo, pero mejor que ambos.
Ana es el atardecer en
las playas de Conil.
Es el primer buche de
una cerveza helada después de 4 horas paleando al
lado de una hormigonera
bajo un sol torturador.
Ana te regala una
hermosa sonrisa. Te contagia. tú sonríes, y cuando tú
sonríes el mundo sonríe
contigo.
Ana te coge del brazo y
te saca de esa pelea que sabe que está a punto
de suceder. Y después
te golpea ella. Pero su tortazo te abriga y enseña más
que los cuatro
botellazos que te acaba de ahorrar de un mastuerzo borracho.
Ana es otra tú y otra
yo, pero mejor que ambos.
Ana sabe escuchar.
Nadie sabe escuchar como ella. Cuando tú estás mal,
buscas a Ana. Ella te
dice “Imagínate con 90 años al lado de tu chimenea,
sereno, echando la
vista atrás y te ves ahora con 30 dándole vueltas a la cabeza
por nimiedades ¿Cómo te
sentirías?”
Ana es la calma que
necesitas cuando tu alma se desestabiliza. Es el
empujón que necesitas
cuando te paras. El frescor cuando sudas, el abrigo
cuando tiemblas.
Ana te da un abrazo de
los de verdad cuando lo necesitas y no duda en
solicitarte uno si es
ella la atormentada.
Ana es ese sentir que
nos hace lagrimear como una niña. Ese sentir que
nos saca una carcajada
que nos parte los riñones. Ese sentir que nos hincha
como un pez globo.
Esa es Ana.
Ana es otra tú y otra yo, pero mejor que ambos.